Encuentro profundo con Dios


¿Cómo se podría describir el encuentro profundo? Sólo en alegorías se puede hablar.
Era una noche estrellada. La fe, esa bendita virtud teologal, sorprendió al hijo y lo abrió a los brazos del padre. El hijo se instaló en el corazón del Hijo y desde ese observatorio contemplaba al Padre. Era el Padre un panorama infinito, sin muros ni puertas, iluminando noche y día por la ternura; era un bosque infinito de brazos cálidos invitando al abrazo, ausente la amargura, presente la dulcedumbre, los aires poblados de pájaros.
Contemplando el hijo desde el interior de Jesús, el Padre es música inefable, arpa de oro henchido de melodías, es Energía y Transparencia y Armonía y Fuego y Fuerza y Pureza e Inocencia…Que callen los diccionarios y hable el silencio.

Es una noche estrellada y profunda. De repente todo se paraliza. No hay en el mundo movimiento tan quieto o quietud tan dinámica. Amor. No hay otra palabra. Quizá esta otra palabra: Presencia. Juntemos ambas palabras y nos aproximaremos a lo que es: Presencia Amante. Quizá esta otra expresión más aproximativa: Amor Envolvente. Es el Padre. Son diez mil mundos como diez mil brazos que rodean y abrazan al hijo amado. Es una marea irremediable, como cuando un súbito maremoto invade violentamente las playas, una marea del Amor Envolvente (¿cómo decir?), una crecida inesperada de aguas que inunda los campos, así el hijo amado se vio inundado sorpresivamente por la Presencia Amante y definitivamente gratuita.
¿Las estrellas? Seguían brillando obstinadamente pero no había estrellas. ¿La noche? La noche se había sumergido, todo era claridad, aunque era de noche. El hijo amado no dijo nada ¿para qué? El Padre Amante tampoco dijo nada. Todo estaba consumado. Era la Eternidad.

Sacado del libro “Muéstrame Tu Rostro”

Llegar a este momento es realmente maravilloso y difícil, pero no imposible.
Que tengáis un feliz día.

En los Dos Corazones

Comentarios