¿Cómo te llamaré?


¿Cómo te llamaré, oh tú, que no tienes nombre?
Tu enviado Jesús, nos dijo que eras y te llamabas Padre:
fue una gran noticia.
En la quieta tarde de la eternidad
me acariciabas como un sueño de oro
y mi nombre lo llevabas escrito en la palma de tu mano derecha.
Yo no lo merecía pero tú ya me amabas sin un porqué,
me amabas como se ama a un hijo único.
Desde la noche de mi soledad levanto mis brazos para decirte:
oh Amor, Padre Santo, mar inagotable de ternura,
cúbreme con tu presencia.

Fuente: Ignacio Larrañaga