Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46)

María, estas palabras pronunciaste,
rebosante de agradecimiento,
al sentirte amada del Señor.

Pero te sientes amada de Él desde tu pobreza,
desde tu sencillez y humildad.

Y al mismo tiempo reconoces y cantas
la predilección de tu Señor por los hambrientos,
los pobres, los apartados de la sociedad por poderosos de turno.

Gracias, María, por manifestarme con antelación y claridad,
la doctrina que proclamará tu Hijo querido.

Que el Padre Dios ama a los pobres, a los humildes,
a los hambrientos, a los que sufren.

En una palabra, por hacerme pregustar las bienaventuranzas.

Fuente: Pedro Javier Sagüés