"OH MI BUEN DIOS"


Es a través de la oración que vivo en Ti, Señor.
Mi alma está en Ti, como el niño en el regazo de su madre,
la respiración unida a la suya, un corazón que late al
ritmo del otro.

Señor Jesús, eres mi maestro. El Evangelio te muestra
en oración una noche entera en la montaña.

Orabas antes de hacer un milagro, antes de elegir a los
apóstoles, durante la Cena. Orabas mientras tu frente
vertía sudor de sangre en el huerto de Getsemaní,
mientras agonizabas en la Cruz.

Orabas con la palabra de Dios. Tu existencia era
una oración continua. Orientado al Padre, con un
corazón amante, todo al servicio de su gloria:
"Sea santificado tu nombre, venga tu reino".

Aguardabas con ardor que llegara tu hora
para realizar el sacrificio del amor.
Tú has dicho: "Yo y el Padre somos una sola cosa",
"orad sin desfallecer", "hago aquello que agrada a mi Padre".

Me haces comprender que la oración incesante es comunión
con el Padre, y que la práctica de la oración permite
hacer la voluntad del Padre".

AMEN.

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