LA VERDADERA VIDA EN DIOS


PALABRAS DE BIENVENIDA DE VASSULA
A LOS PEREGRINOS DE LA VVED

ROMA, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Ante todo una calurosísima bienvenida a todos. Quiero dar las gracias a los organizadores que han trabajado durante dos años para la preparación del encuentro de hoy. Espero de todo corazón que este encuentro de oración y alabanza, aquí, en la Ciudad Eterna, sea una bendición para todos nosotros y para la Iglesia entera, inspirándola y animándola a seguir adelante en busca de la unidad. En uno de los mensajes, Jesús dijo:

“Hoy, cualquier delicadeza por parte de Mis criaturas para restaurar Mi Casa que se tambalea me toca profundamente; cualquier paso hacia la unidad alegra a todo el cielo; cualquier oración ofrecida por la restauración de Mi Cuerpo hace disminuir la ira de Mi Padre; cualquier encuentro en Mi Nombre para la unidad hace que Mis bendiciones se derramen sobre los que comparten esas reuniones.” (5 de octubre de 1994)

Nuestro Señor nos ha llamado para que oremos fervientemente por la reconciliación entre hermanos. Dios nos ha reunido aquí de diferentes Iglesias y ambientes para que escuchemos los gemidos del Espíritu Santo que nos impulsa hacia la unidad. Nunca será posible realizar la unidad a menos que tenga lugar un cambio radical del corazón en todos y cada uno de nosotros. Las conversaciones a alto nivel son ciertamente necesarias, como lo son las discusiones teológicas, pero la unidad en la diversidad sólo puede realizarse cuando nosotros, los cristianos corrientes, abramos nuestro corazón a la gracia del Espíritu Santo, muramos a nosotros mismos y permitamos humildemente que nos llene el amor y la comprensión.

La reconciliación es el fruto del amor, pero esto sólo puede alcanzarse si estamos convencidos que la desunión va en contra de la voluntad de Dios, porque es una negación del amor. Hace falta humildad y una sincera conversión del corazón para abrazarnos unos a otros y ofrecer a Cristo nuestra total entrega.

Estamos aquí para ser ejemplo de buena voluntad y no de falta de armonía. Estamos reunidos aquí para vivir algo puro y mostrarnos nuestra paz y caridad los unos hacia los otros. Los pacificadores, como dicen las Escrituras (St 3:18), cuando procuran la paz, siembran semillas que darán frutos de santidad. La unidad se realizará con todas sus diversidades. Realmente no hay elementos graves que nos dividan. La buena voluntad y doblegarse con humildad y amor es lo que quiere el Señor. Es la llave de la unidad y Él quiere utilizarla. Tenemos que orar por los que levantan obstáculos a la unidad y no la quieren de acuerdo con la idea de Nuestro Señor, porque se están oponiendo a la Voluntad de Dios y cometiendo un pecado grave al permanecer divididos. He aquí lo que dijo el Señor:

“Daos cuenta de la gravedad de vuestra división, de la urgencia de mi llamada y de la importancia de mi ruego. Todo lo que pido es amor para romper las barreras de vuestra división.” (20 de octubre de 1991)

Está escrito en Col 1,17-18: “Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. Él es también la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia.”

La Cabeza, como dicen las Escrituras, es decir Cristo, nos llama a consolidar su cuerpo, uniéndonos. Él dice que hemos mutilado su Cuerpo y que ya no funciona como un Cuerpo saludable. De modo que el Cuerpo, que es la Iglesia, no puede objetar y decir a la Cabeza: “¿Sigues ahí arriba? ¿Por qué sigues aún ahí arriba? ¿No ves que podemos gobernarnos solos sabia y prudentemente? Hemos establecido nuestras propias leyes y nos conducimos conforme a la letra de la ley. En cuanto a la unidad, no será para nuestros tiempos como lo deseas, sino para el futuro.”

¿Es esto lo que estamos diciendo a la Cabeza? ¿Es este el modo de proclamar a Cristo? El Señor dijo en Su mensaje: “Baja tu cabeza para que vean Mi Cabeza, baja tu voz para que oigas Mi Voz.” Si nos ha dicho a cada uno, “baja tu cabeza”, es porque hemos levantado nuestras cabezas por encima de la Suya. Cuando dice, “baja tu voz para que oigas Mi Voz”, es porque nos negamos a escuchar los gemidos del Espíritu Santo.
Así que proclamemos juntos estos días que hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios que es Padre de todos, está sobre todo, lo trasciende todo y lo penetra todo.

La unidad llegará sólo cuando empecemos a amar a Jesucristo.

Vassula

Fuente: http://www.tlig.org/sp.html