Alegoría

¿Qué hicieron conmigo? Me dejaron aquí. Me encontré
yo mismo a mí mismo, en esta pampa infinita con todos 
los cables cortados.


Desde subsuelos desconocidos me nacen impresiones 
vagas, recuerdos difusos que se parecen a sueños 
olvidados. Hay en mí un algo que me dice que, en 
tiempos pretéritos, viví en una patria remota y feliz. 
De aquello, sin embargo, no queda nada: ni imágenes
ni recuerdos, salvo la nostalgia. Sólo eso soy: 
una nostalgia como una llama al viento. Tengo el alma 
errante de los expatriados.


Desde la madrugada mi corazón comienza en 
buscar su rostro entre las brumas. A veces se dibuja 
en lo distante una efigie  difusa de mi Anhelado. Es 
un rostro de niebla sobre la niebla.


De repente me gritan:
- ¡Por aquí pasó anoche!
- ¿Lo vísteis? - les pregunto.
- No - me responden -, estábamos dormidos.
- Entonces, ¿cómo lo sabeis?
- Es que esta mañana aparecieron sus huellas. 
  Míralas, aquí están.


Todo está claro: nadie lo vió pasar pero sabemos 
que Él pasó anoche por aquí.


- ¡En el mar! - me gritaron los ríos -. Sobre las aguas 
profundas y azules está dibujado su rostro.


Y en las alas del deseo volamos hasta el mar. Entre 
la espuma y las olas comenzaron lentamente a dibujar 
un rostro nunca visto. Pero, con el movimiento de las 
aguas, en seguida  se esfumó la figura.


Nos internamos en una selva tan espesa que, 
aun en pleno  mediodía, sólo las sombras imperaban 
allí.  Entre la espesura, sin embargo, se filtró de 
improviso un rayo de luz.


- ¡Es el sol! - gritaron unos.
- No - respondieron otros -: es un pequeño reflejo 
  del sol.


Desde ahora ya sabemos que detrás de esa negra 
espesura y sobre los anchos firmamentos brilla el 
sol aunque nadie haya visto su disco de fuego, 
salvo algún pequeño destello.


Fuente: MUESTRAME TU ROSTRO 
               (Ignacio Larrañaga)