Quiero que misiones en el Sagrario, allí me encontrarás

52 . Quiero que misiones en el Sagrario, allí me encontrarás

17 de Febrero de 2014. 

He fijado mi mirada de amor en ti, suscité en lo profundo de tu corazón: ansias de santidad, deseos de dejarlo todo por Mi; salí a tu encuentro, y tú, por un momento, no percibías mi presencia; después, te hice experimentar mi Amor, mi Misericordia.

Tu corazón sobreabundaba de paz, de quietud, de calma, de sosiego; hice que elevaras tu mirada al Cielo y muy dentro de ti deseabas ganarte una de mis moradas.

Hoy, has comprendido que ya no eres el mismo desde aquel instante en que te llamé, desde aquel momento en que pronuncié tu nombre; nombre que llevo tatuado en las palmas de mis manos, nombre que llevo escrito en el libro de oro de mi Sagrado Corazón.

Quiero que vayas tras la oveja perdida, quiero que misiones en el Sagrario, allí me encontrarás; allí degustarás por adelantado una mínima parte de los gozos y deleites del Cielo.

Quiero hacer de ti: alma reparadora; solo necesito disponibilidad por tu parte, solo necesito que me digas "sí"; solo necesito que estés dispuesto a dejarlo todo, a abandonarlo todo, aun a las personas que más amas, aun tu seno familiar.

Te comprendo, por algunos momentos sientes miedo, los recuerdos te zarandean, te hacen tambalear; pero lo que no has entendido es que si me pides fuerzas, te las daré todas.

Quiero que te desgastes en adoración, en contemplación; quiero que te encuentres Conmigo diariamente en la soledad y silencio de mi tabernáculo.

Hoy quiero que me respondas con sinceridad, a los hombres los podrás engañar fácilmente; Yo te conozco en plenitud, sé cómo está tu corazón, sé por anticipado las palabras que brotarán de tus labios. 

Dime si verdaderamente me amas, dime si estás dispuesto en abrazar mi cruz, en aceptar algunas crucifixiones de amor; porque suelo probar a las almas elegidas, suelo refinarlas como oro y plata; suelo manifestarles, también, el raudal de amor y de Misericordia que contiene mi Divino Corazón.

Dime si en verdad estás dispuesto en cortar de raíz con el pecado; en salir huyendo, como el cervatillo le huye al león, para no ser destrozado por el mundo; el mundo deforma el alma de mis hijos, el mundo distancia a los hombres de Mí.

Dime si estás dispuesto a quitar de tu corazón apegos; no quiero recibir de tu parte un amor fraccionado, un amor compartido; soy Dios celoso que cuida y vigila lo suyo.

Dime si estás dispuesto a batallar contra los enemigos del alma; eres hombre de carne y hueso, por lo tanto, jamás estarás exento de la tentación.

Te quiero fuerte, te quiero como guerrero combatiente, guerrero seguro de alcanzar victoria.

Dime si aún en tu vida espiritual existe algún Goliat que te siembra miedo, temor. ¿Acaso David temió enfrentarle, derrotarlo? Necesito de ti sinceridad, que abras tu corazón; soy tu amigo, soy tu confidente; no te resistas a mi amor, déjate vencer por Mí, deja que tu corazón se derrita de amor por Mí.

Sé que algunas veces luchas contigo mismo; ese hombre viejo que hay dentro de ti te sacude, te zarandea; es como si descendiera sobre ti una gran tormenta, tormenta que arrasa con todo lo que encuentra a su paso.

¿En estos momentos me invocas? ¿En estos momentos pides mi auxilio divino? Porque no me haré esperar, solo con verte entrar por las puertas de mi santo Templo, mi Corazón se dilatará de amor por ti, te abrazaré, te hablaré al oído y te haré sentir que estoy vivo.

Tu vocación es el gran regalo que tenía para ti y para tu familia; tu vocación ha de producir en ti frutos buenos, frutos en abundancia; tu vocación ha de llevarte a recorrer los mismos caminos que anduve cuando estuve en la tierra. Pero quizás te ahogas en dilemas, quizás tus propios cuestionamientos te llevan a vacilar, a dudar de si en verdad eres apto para la vida consagrada; de si en verdad eres llamado para esta vocación de hombres valerosos, de mujeres aguerridas y audaces; porque son muy pocos los que optan por Mí, son muy pocos los que llegan hasta el final, los que escalan hasta la parte más alta de la montaña. 

A muchos los había predestinado para la vida consagrada o sacerdotal, desde el mismo instante que fueron engendradas en el vientre de sus madres; algunos se atrevieron, se arriesgaron a dar sus primeros pasos, pero cuando encontraron algunos tropiezos y dificultades en el camino, retrocedieron, caminaron hacia atrás.

Cómo hieren mi Corazón estas desventuradas almas, a las que les tenía predispuesta una gran misión en mi Iglesia; misión de salvar almas, misión de rescatar a muchos pecadores de las garras de Satanás, misión de reparar con una vida de santidad las injurias y ultrajes a mi Sagrado Corazón.

Si supieras el amor que te tengo, si supieras todo el plan de amor que tengo ya trazado en tu vida, no permitirías que la inquietud entrara dentro de ti; harías lo mismo que hicieron los santos cuando estuvieron en la tierra: abrazaron con decisión mi santa cruz, se esforzaron en superar obstáculos, no se dejaron vencer y mucho menos derrotar; me dijeron "si", y ese "si" lo cumplieron hasta el último día de su vida.

Muchos quieren evadir una realidad, una historia de vida, y buscan una comunidad religiosa, no por vocación sino por conveniencia propia. ¿Y qué hay en ellos? Vacíos, soledad. ¿Qué hay en ellos? Una simple máscara que oculta una realidad.

Medita en mis palabras. Yo sé muy bien por qué, en este día, te estoy hablando al corazón; Yo sé muy bien por qué he permitido que el Diario Espiritual llegue a tus manos, Yo sé muy bien lo que hay en tu corazón, Yo sé muy bien lo que se esconde dentro de ti.

Hijo amado, estas palabras te las susurro al oído, te las digo al corazón; recuerda que las casualidades no existen.

Cuando un consagrado ha sido fiel a su vocación, ha llevado vida angélica, ha vivido en santidad y ha permanecido fiel a su estado religioso: le entrego las llaves de oro de mi Corazón para que en él habite.

¿Acaso te parece poco esta promesa de amor?

Mira a tu alrededor cuando camines por las calles, cómo los hombres caminan en direcciones opuestas, los hombres pasan de largo ante los templos, se afanan por cosas que no son importantes para su salvación.

Mira a tu alrededor, los jóvenes aparentando felicidad, queriendo llamar la atención por medio de ropas y peinados estrafalarios, desahogando sus penas y sus tristezas en el alcohol, en la droga, en el sexo. 

Y tú, gozando de mi presencia; y tú, viviendo en mi propia casa; y tú, participando diariamente del Santo Sacrificio de la Misa; y tú, luchando por tu salvación, queriendo dejar huella de amor en el corazón de tus hermanos; y tú, ganándote en vida el gran premio: la salvación de tu alma.

FUENTE: DIARIO ESPIRITUAL AÑO 2014 de la Comunidad de Siervos Reparadores.