Quiero darte algunos consejos
350. Quiero darte algunos consejos
16 de Agosto de 2013
Hoy te he traído para que goces y te recrees Conmigo.
Hoy te he traído para darte algunas lecciones de amor que te servirán en tu vida espiritual, en el crecimiento de la virtud.
Hoy te he traído para darte algunos consejos, porque quiero que seas un buen apóstol de mi Sagrado Corazón; quiero que dejes huella, huella de amor en cada alma; quiero que seas luz en tu familia, luz en un mundo cubierto por densas capas de oscuridad; quiero que, hoy, postres a los pies de mi Santa Cruz tus defectos, tus pecados; quiero que, hoy, salgas de mi Tabernáculo de Amor Divino rebosado de mi paz, colmado de mi ternura.
Escucha, pues, cómo te hablo en este instante en tu oído; si quieres, después de haber meditado en mi lección, coge mi diario espiritual y estréchalo en tu corazón; te haré sentir calor de padre, te haré sentir burbujitas de amor que embriaguen tu espíritu y desearás partir conmigo a la eternidad.
Hoy, ángel mío, ahonda en el misterio de la cruz; misterio que solo es acogido por los sencillos, por los pequeños, por los que tienen corazón de niño.
¿Sabes, alma mía? Deseaba el momento de abrazar la cruz; deseaba el momento en que mi Cuerpo Santísimo fuese extendido en el madero de la cruz, que mis manos y mis pies fuesen traspasados por grandes clavos; deseaba el momento de ser crucificado en medio de dos ladrones, porque sabía que mi sufrimiento no sería en vano, pagaría con mi vida la deuda que un día contrajiste por tu pecado; sabía que la cruz era trono de victoria, derrota para Satanás.
A pesar de mi sufrimiento, a pesar de mi agonía en la cruz, suplicaba misericordia al Padre Eterno. Nunca pensé en bajarme de la cruz, me abandoné al plan de amor trazado por mi Padre para con la humanidad entera; y como mártir del Calvario, lentamente me consumía de amor por ti, de amor por todos los hombres de mi generación y de todas las generaciones futuras.
Todo esto te lo recuerdo para animarte a padecer por amor; todo esto te lo cuento al corazón y te lo susurro a tu oído para que no tengas miedo a la prueba; para que no tengas miedo el día en que decida refinarte, en el fuego, como oro y plata.
Es que el sufrimiento es un medio que suelo utilizar para purificar tu corazón, para darle brillo a tu alma. Por eso, angelito mío, abrázate a mi cruz; ofrece tu sufrimientos morales, espirituales y físicos en reparación por tus pecados y los pecados del mundo entero. Si los hombres alcanzaran a descubrir el raudal de gracia y el tesoro que trae consigo el sufrimiento, no renegarían de su cruz, padecerían en silencio; todo, absolutamente todo, me lo ofrecerían como signo de amor por Mí.
Así, pues, déjame descargar sobre tus hombros una mínima parte del peso extenuante de mi Santa Cruz; sé mi cirineo, camina conmigo por la calle de la amargura, y en el monte Gólgota adora mi Sangre preciosa.
Qué bueno sería que aquellos que están postrados en una cama con alguna enfermedad, hicieran de su cama, de su lecho, un altar; altar en el que alcanzarán la santidad, la virtud; altar que será el preámbulo para el disfrute y gozo del Cielo eterno.
Tú, como apóstol de mi Sagrado Corazón, estás llamado a cargar con mi cruz; estás llamado a brillar por una vida de virtud y de santidad, estás llamado a estar conmigo en el Getsemaní de mi Sagrario.
Si supieras el dolor que me causan algunas almas cuando pasan de largo frente a un templo, frente a un tabernáculo sabiendo que Yo habito en el Sagrario, mi custodia es mi trono.
Si supieras el dolor que me causan algunas almas que no se percatan, que no han entendido mi inventiva de amor; llegan al templo y, en lugar de arrodillarse ante mi Sagrario, pasan de largo hacia una imagen; no han entendido, no han comprendido que el Rey de reyes, el Rey del más alto linaje hace presencia en la Hostia consagrada.
Si supieras el dolor que me causan algunas almas que se atreven a recibirme en pecado mortal y su corazón es guillotina, cuchillo afilado que traspasa mi Corazón Eucarístico de lado a lado; desventuradas estas almas que comen y beben su propia condenación. Ayúdame tú, apóstol de mi Sagrado Corazón, a reparar por estas pobres almas.
Limpia tu casa interior, purifícala, perfúmala con el aroma de los santos ángeles y, después, ven a Mí, recíbeme bajo las especies consagradas del pan y del vino; te regalaré algunos pedacitos del miocardio de mi Sagrado Corazón, te acariciaré con mis latidos.
Como apóstol de mi Sagrado Corazón, adórame en el Sagrario, regálame parte de tu tiempo. Yo que soy el dador y creador del tiempo.
Tú, como apóstol de mi Sagrado Corazón, repara mañana, tarde y noche las ofensas, las múltiples ofensas que recibo de muchísimos de mis hijos.
Tú, como apóstol de mi Sagrado Corazón, ven siempre hacia Mí con el lienzo puro de tu corazón para yo descansar en ti.
Tú, como apóstol de mi Sagrado Corazón, camina por el mundo esparciendo mi Evangelio, anunciándoles a todos los hombres que estoy vivo, que he resucitado.
Tú, como apóstol de mi Sagrado Corazón, entrega, a los humildes y a los sencillos, mi reserva de amor, la muestra de mi gran Misericordia para con toda la humanidad: el apostolado de reparación. Muchas almas habrán de volver a Mí, muchos impíos se convertirán, muchos ciegos espirituales recobrarán la luz; muchos cojos, lisiados del alma caminarán en libertad rumbo al Cielo, directo a recibir el premio, la recompensa que les tengo prometida.
Tú, como apóstol de mi Sagrado Corazón, haz de cada viernes un Viernes Santo; a las tres de la tarde únete en los sufrimientos de mi Sagrada Pasión y camina conmigo por la calle de la amargura, rezando el santo Vía Crucis. Quiero embellecer tu alma, quiero dar brillo a tus ojos, quiero darte la figura y la fisionomía de un querubín. A las tres de la tarde, desde uno de los ventanales del Cielo, junto con mi Madre y San José, te veremos recoger, adorar mi Sangre preciosa profanada por los pecados de los hombres.
Apóstol de mi Sagrado Corazón, llevo tatuado tu nombre en las palmas de mis manos; apóstol de mi Sagrado Corazón, lleva en tu corazón mi Sagrada Imagen, lleva en tu corazón mis palabras; palabras descendidas del Cielo para ti, porque te amo.
FUENTE: DIARIO ESPIRITUAL AÑO 2013 de la Comunidad de Siervos Reparadores.