LA DUDA DE TOMÁS


Quizás a bote pronto pensemos que qué iluso fue Tomás en no creer lo que le dijeron los otros discípulos, pero yo me pregunto si eso justamente no nos pasa a nosotros, cuando ponemos en duda en más de una ocasión, con nuestros actos, todo lo que Dios nos ha dicho a través de la Palabra.

A veces nuestra fe se debilita cuando empezamos a buscar explicaciones, algunas incluso fuera de contexto, o recibimos influencias que nos quieren separar de la Verdad y es cuando hacemos de nuestra vida como cristianos una fe carente de sentido.

Al igual que Tomás, nosotros no hemos visto palpablemente este Gran Hecho, pero tenemos en la Palabra esa confirmación, a través de este apóstol que dudó, al no estar presente y que la providencia de Dios así permitió, para darnos a continuación ese momento donde Jesús se vuelve a presentar, ya a todos y se pone a disposición de este hombre (humano donde los haya) y de nosotros, aquí y ahora, para que compruebe (comprobemos) la verdad que en un principio no aceptaba sin más. Fue entonces cuando se dió cuenta de su error y dijo: “Tú eres mi Señor y mi Dios” Juan 20, 28. Seguídamente Jesús le dijo: “Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!.” Juan 20, 29.

Por ello, confirmados en la Resurrección de nuestro Señor, tenemos la misión de proclamarlo a los cuatro vientos y así llenar de alegría, esperanza y amor nuestro entorno, haciéndonos valedores de esta Gran Verdad que es que ¡Cristo Vive!.

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