Lleva mis hijas al abandono excesivo en Mí
290. Lleva mis hijas al abandono excesivo en Mí
5 de Junio de 2013
[Señor Jesús, yo te doy gracias por estas palabras, yo te doy gracias por todo lo que Tú obras; yo te doy gracias, Señor:
Jesús, hoy se preparan les primeras laicas consagradas, hoy sé que abren su corazón a tu amor, Señor. Hoy, ellas han traído una gran ilusión de encontrarse a solas contigo; y Tú, amado Jesús mío, ¿les quieres decir algo? ¿Qué consejos darías en esta preparación de sus promesas?]
Hijo amado, escribe las palabras que te hablo al corazón; porque también para ellas hay amor, derroche de amor, torrencial de Misericordia y de gracia. Ellas han creído en la obra que hago en ti; ellas han sentido, muy en lo profundo de su ser, un deseo de dejarlo todo por Mí y de consagrar sus vidas a mi Divina Voluntad; y cómo no retribuirles llenando los vacíos de su corazón, sanándoles sus heridas, mostrándoles el camino de la perfección; camino embellecido con muchísimas rosas de distintos colores y fragancias exquisitas. Pero, algunas veces, las espinas de las rosas se clavan en su corazón y les hacen llorar, sufrir, padecer. Pero lo que ellas no alcanzan a comprender es que permito algunas situaciones para probarlas, pasarlas por el fuego como oro y plata.
[Señor, tus palabras serán bálsamo de paz para cada una de ellas. Tus palabras, amado Jesús mío, les impulsará a caminar tras de Ti pase lo que pase. Tus palabras son como un premio al sacrificio, a sus desvelos de amor por Ti.]
Bien lo has dicho, no dejo sin recompensa al que todo lo ha dejado por Mí. Soy sumamente generoso con todos aquellos que se han arriesgado a caminar por los caminos angostos y pedregosos que llevan al Cielo. Soy sumamente compasivo con todos aquellos que han reconocido sus pecados y han hecho el serio propósito de no ofenderme más; por eso, hijo amado, te pido que lleves a mis hijas a un conocimiento profundo de esta espiritualidad. Lleva a mis hijas a caminar por el camino de la reparación, de la mortificación y de la penitencia. Lleva a mis hijas al abandono excesivo en Mí.
[Jesús, me sorprendes; por momentos, llegué a pensar que mi mente deliraba; cómo atreverme a preguntarte algo y que Tú me respondas. Perdóname por mis momentos de incredulidad; perdóname, porque estás tan cercano a mí, pero algunas veces te siento distante.]
No te angusties, hijo mío, conozco tu vulnerabilidad; conozco la materia con la que te he hecho, te he formado. ¿Por qué crees que te elegí, cuando en un momento de tu vida solo hallaba en tu corazón escoria y miseria? ¿Por qué crees que te elegí, cuando en un momento de tu vida corrías como caballo desbocado sin freno, sin brida? ¿Por qué crees que te elegí, cuando en un momento de tu vida andabas muy al borde del camino, casi para caer al abismo, a la perdición? Es que mi Corazón sobreabunda en Misericordia, es que mi Corazón es refugio para los impíos, para todas las almas que más me han ofendido, y tú eras uno de ellos.
[Me avergüenza, Señor, tener que reconocer, frente a Ti, mi maldad, mi iniquidad. Me avergüenza, Señor, el día que esté cara a cara contigo y me muestres la historia de mi vida. Perdóname, porque te herí y te lastimé; perdóname, porque abusé de tu Misericordia.
Veo a Jesús vestido de blanco, en el cuello de su túnica hay bordes dorados, en sus mangas hay bordes dorados, y un cordón como de oro sostiene su vestido. Toma en sus manos parte de su túnica y escucho su voz que me habla al corazón y me dice:]
Acércate a Mí, hijo amado, quiero secar tus lágrimas con mi túnica, quiero limpiar tu mirada, quiero llevarme tus miradas, quiero llevarme tus recuerdos, quiero darte un nuevo corazón.
[Señor, no soy digno de tanto Amor y Misericordia que tienes para conmigo. Tantas veces te ofendí, me convertí en tu verdugo.]
¿Acaso no crees, hijo amado, que ya te he perdonado?
¿Acaso dudas de mi Misericordia? Me he compadecido de ti, por eso te llamé; algún día te rescaté, te liberé de tus ataduras y te hice experimentar libertad, gozo de ser mi hijo amado.
[Sí Señor, cómo olvidar aquel día cuando por primera vez te sentí; cómo olvidar aquel día cuando me hiciste sentir mi miseria, la multitud de pecados que opacaban la luz divina que un día regalaste a mi corazón. Cómo olvidar aquel día de tu Misericordia, de ese gran gesto de ternura que tuviste para conmigo.]
Yo propicié aquel encuentro en el momento menos pensado de tu vida; te hice ver tus malas acciones, te hice comprender tus errores, tus equivocaciones; pero lo que más te debe importar, hijo amado, es que ya no tienes cuentas con el mundo; lo que antes te importaba ha perdido su encanto, fascinación.
Algo te pido: y es que siempre estés seguro de mi amor, de mi Misericordia y de mi perdón.
[Amante Jesús mío, no puedo contener mis lágrimas; el mero hecho de volver mi mirada hacia atrás me avergüenza, me sonroja y hace que mi corazón duela; que con mis pecados te azotaba, cruelmente te flagelaba. Mil y mil veces te pido perdón.]
FUENTE: DIARIO ESPIRITUAL AÑO 2013 de la Comunidad de Siervos Reparadores.