Haz un breve examen de conciencia
393. Haz un breve examen de conciencia
9 de Octubre de 2013 (11:41 a.m.) Desierto de amor en el Sagrado Corazón, Perú
Hijo, haz un breve examen de conciencia. ¿Cómo estás en este instante frente a mi Presencia Divina?
¿Cuáles son los pecados de tu pasado que más han herido mi agonizante Corazón? ¿Cuáles fueron tus debilidades? ¿Cuáles fueron los peores errores que has cometido en toda tu vida? Recuerda aquellos días que te dejaste atrapar por las cosas del mundo; recuerda aquellos momentos en que el mundo empezó a atraerte; buscaste placeres efímeros y quizás buscabas la forma de llenar los vacíos de tu corazón, y muchas veces caíste; quizás le entregaste todo tu amor a alguien y recibiste muy poco.
Cuéntame cuáles son la heridas de tu corazón que consideres que, aún, no han sido sanadas; quiero hacer algo por ti, no te guardes nada; es la oportunidad que te concedo para que te encuentres conmigo, en este día, cara a cara; es la oportunidad que te concedo para que me lo cuentes todo; soy tu amigo, puedes confiar en Mí; soy tu hermano, te tomaré de mis manos y te mostraré el lugar donde vivo; soy tu Padre, te tomaré entre mis brazos y te levantaré hacia el Cielo como oblación eterna de amor a mi Padre.
¿Cuáles son tus resentimientos? ¿Cuáles son tus faltas de perdón? ¿Quiénes te han lastimado? ¿Quiénes te han manipulado o quiénes jugaron con tus sentimientos? ¿Cuáles son las causas de tu soledad, de tu tristeza, de tu depresión? ¿Cuáles son las causas de tu insomnio?
¿Sabes? Si eres plenamente sincero conmigo te daré un nuevo corazón, de tal modo que ames y te entregues a Mí sin reserva.
En este desierto de amor, en mi Sagrado Corazón, quiero liberarte de tus esclavitudes; pero has de saber que el pecado es la epidemia mortal de este siglo; el pecado ha llevado a infinidad de almas a las profundidades del infierno; el pecado te distancia de Mí, arrebata de tus manos mis bendiciones, el raudal de gracia que suelo conceder al alma que se encuentra en estado de gracia. Pero también debes tener en cuenta que mi Misericordia por ti es eterna.
Me dejé descubrir por ti; salí a tu encuentro mientras caminabas por el camino desviado, amplio y espacioso. Salí a tu encuentro y te llamé, te rescaté como a oveja perdida; te llevé sobre mis hombros y té curé las heridas, y aquel día, cuando por primera vez te encontraste conmigo de corazón a corazón, me miraste a los ojos, sentiste alivio de tus sufrimientos, sentiste gozo, paz y tu vida empezó a cambiar.
Aquella vez, cuando pronuncié tu nombre y me escuchaste, sentiste dolor de haberme ofendido, remordimiento por haber despreciado mi amor, mi Misericordia.
Hoy, te pido que hagas el firme propósito de vivir en santidad, de reparar tus pecados, tus debilidades. Hoy, te pido que te encuentres conmigo en el Sagrario; allí, mi mirada paternal arropará todo tu ser; allí, saetearé tu corazón con unos rayitos de luz que brotarán de mi Corazón Eucarístico.
El Sagrario es como el monte Tabor; allí te transfigurarás en una criatura nueva.
El pecado trae consecuencias, deforma tu alma, la gangrena, la pudre; el pecado te hace trofeo de Satanás. Por eso, ya es hora que despiertes de tu somnolencia espiritual y decidas acudir al sacramento de los ríos de la gracia, al sacramento de la confesión; allí te esperaré; allí te abrazaré; allí purificaré tu corazón con un torrencial de mi Amor y de mi Misericordia; te absolveré a través del sacerdote.
El confesionario es tribunal de Misericordia Divina en el que siempre entrarás siendo culpable, pero saldrás exento de toda culpa. Por eso, hijo amado, prepara tu corazón en este día para que hagas una buena confesión.
¿Sabes? Deseo verter dentro de ti mi Misericordia, deseo perfumar tu corazón con fragancia de ángeles, deseo esculpir con perfección mis rasgos divinos; rasgos divinos que un día empezaste a perder por el pecado.
Hoy, en este desierto de amor, en mi Sagrado Corazón, quiero presentarte dos caminos: el camino del bien y el camino del mal.
El camino del bien es un camino angosto, pedregoso, algunas veces escarpado; en él encontrarás flores de vivos colores y profusos aromas, pero con muchísimas espinas; en el camino del bien encontrarás la salvación, la vida eterna, será la ruta, la dirección que te llevará a descubrir las puertas del Cielo y el día que decida llamarte, entregaré en tus manos el premio que te mereces por tus sacrificios, por tus renuncias a las cosas del mundo, por vivir mis mandamientos, por hacer obras de caridad, por llevar la Buena Nueva a toda criatura, por amar a mi Madre,
El camino del mal es un camino amplio y espacioso; un camino que te ofrece placeres, bienes materiales; un camino que te lleva a la condenación y desdicha eternas.
En este desierto de amor, en mi Sagrado Corazón, te pregunto:
¿Cuál de los dos caminos deseas andar? ¿Estás dispuesto a sacrificarte, a sufrir por amor, a cargar con las cruces de cada día? ¿Estás dispuesto a dejarlo todo por Mí, a salirte de las cosas del mundo y renunciar a sus placeres fugaces, momentáneos, a no caer en pensamientos de filosofías llamativas y extrañas? ¿Estás dispuesto a cortar de raíz con todo pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios? ¿Estás dispuesto a buscarme solo a Mí, a no mendigar amor? ¿Estás dispuesto a predicar con tu testimonio de vida?
Recuerda, hijo amado, que una predicación agradable a mis ojos es el testimonio con tu propia vida, dando ejemplo a los tuyos, llevando en tu corazón mis enseñanzas, mis palabras.
En este desierto de amor, en mi Sagrado Corazón, quiero hacer algo grande en ti; por eso, busca un espacio de soledad y de silencio y evalúa tu vida; así tengas que llorar, vuelve a recordar aquellas veces en que me cambiaste y te alejaste de mi casa paterna como el hijo pródigo. Es que necesito sanar tu corazón, necesito sanar tus recuerdos; para eso te he traído, para inundar tu corazón de esperanza, de anhelos de vivir; para enseñarte la manera y la forma para que hagas historia, para que dejes huella, huella imborrable de mi presencia; y una vez hayas vuelto tu mirada hacia atrás, búscame y pídeme perdón; te trataré con Misericordia, no te censuraré, no te relegaré, no te excluiré del número de los elegidos.
¡Ah, hijo mío! Estaba esperando este momento.
¡Ah, hijo mío! Estaba esperando a que llegase este día y esta hora.
¡Ah, hijo mío! Si supieras todo el anhelo que tengo de abrazarte y de susurrarte al oído mi "te amo"
¡Ah, hijo mío! Te traje a este desierto de amor, en mi Sagrado Corazón, para que tengas una experiencia viva de mi amor; he resucitado.
Te he traído a este desierto de amor, en mi Sagrado Corazón, para esculpir en tu alma mi Divino rostro, y mis miradas serán caricias para ti.
En este desierto de amor, en mi Sagrado Corazón, postra a los pies de mi Santa Cruz tu pasado; pasado que ya he perdonado, deuda que ya he cancelado con mi muerte en cruz. Me hice víctima divina para darte, a ti, salvación y vida eterna.
Postra a los pies de mi Santa Cruz tus miedos, tus enfermedades, tus fatigas.
Postra a los pies de mi Santa Cruz al hombre viejo que, quizás, aún no ha muerto en ti.
Te invito para que tomes en tus manos las Sagradas Escrituras, manual en tu vida, que te hará santo; manual en tu vida que dará muerte, en ti, a las obras de las tinieblas y te hará hijo de la luz.
Busca Deuteronomio 30, 15 y siguientes. Medita este texto bíblico; aplícalo a tu vida y hazlo oración, vida en tu vida.
FUENTE: DIARIO ESPIRITUAL AÑO 2013 de la Comunidad de Siervos Reparadores.