Evangelio 4 julio 2023 (Mt 8,23-27) Padre David de Jesús. ¿Quién es Jesús?


Evangelio 4 julio 2023 (Mt 8,23-27) Padre David de Jesús. ¿Quién es Jesús?

El Evangelio de hoy (Mt 8,23-27):

EN aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.

En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole:

«¡Señor, sálvanos, que perecemos!».

Él les dice:

«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».

Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:

«¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Textos para profundizar:

Concilio Vaticano II. Gaudium et spes:

22. Realmente, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Pues Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, de Cristo, el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación. Así pues, no es nada extraño que las verdades ya indicadas encuentren en Él su fuente y alcancen su culminación.

Él, que es «imagen de Dios invisible» (Col 1,15), es el hombre perfecto que restituyó a los hijos de Adán la semejanza divina, deformada desde el primer pecado. En Él la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida; por eso mismo, también en nosotros ha sido elevada a una dignidad sublime. Pues Él mismo, el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado.

Cordero inocente, por su sangre libremente derramada, mereció para nosotros la vida, y en Él Dios nos reconcilió consigo y entre nosotros y nos arrancó de la esclavitud del diablo y del pecado, de modo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: El Hijo de Dios «me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2,20). Padeciendo por nosotros, no solo nos dio ejemplo para que sigamos sus huellas 34, sino que también instauró el camino con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren un sentido nuevo. (Concilio Vaticano II. Gaudium et spes, 22).

San Juan de la Cruz. Cántico espiritual:

13. ¡Oh, si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la espesura y sabiduría de las riquezas de Dios, que son de muchas maneras, si no es entrando en la espesura del padecer de muchas maneras, poniendo en eso el alma su consolación y deseo! ¡Y cómo el alma que de veras desea sabiduría divina, desea primero el padecer, para entrar en ella, en la espesura de la Cruz! Que por eso san Pablo amonestaba a los de Éfeso (Ef. 3,13.17-19) que no desfalleciesen en las tribulaciones, que estuviesen bien fuertes y arraigados en la caridad para que pudiesen comprender con todos los santos qué cosa sea la anchura y la longura y la altura y la profundidad, y para saber también la supereminente caridad de la ciencia de Cristo, para ser llenos de todo henchimiento de Dios. Porque, para entrar en estas riquezas de su sabiduría, la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella, es de muchos. (San Juan de la Cruz. Cántico espiritual B 36,13).