Ocho características del amor a la Cruz
137. Ocho características del amor a la Cruz
22 de Enero de 2013 (1:00 p.m.)
1. El amor lleva al alma a un desprendimiento de las cosas del mundo. Lo único importante es la salvación, el mayor deseo es alcanzar el Cielo.
El alma comprende que las cosas del mundo son caducas, que de momento producen placer, pero que después dejan un sinsabor, un vacío; un vacío que solamente lo llena Dios, las buenas obras que se hagan a favor de los hermanos.
2. El amor a la cruz lleva al alma a someter la carne al espíritu. Entiende que las obras de la carne llevan al dolor, separan el alma de Dios, son corruptibles; mientras que las obras del espíritu son incorruptibles, duran por toda una eternidad.
Cuando el alma somete la carne al espíritu busca trascendencia, se considera peregrino en busca del Absoluto.
Cuando el alma somete la carne al espíritu considera el mundo estiércol; nada le llena, nada le satisface; solo Dios ocupa el primer puesto en su vida.
Cuando el alma somete la carne al espíritu renuncia al placer, al gozo de los sentidos.
Cuando el alma somete la carne al espíritu, camina por la vía de la mortificación y de la penitencia como camino corto que la conduce a un encuentro conmigo.
3. El amor a la cruz lleva al alma a una expiación de sus pecados. El sufrimiento la une más a Mí, le hace exhalar suspiros de amor ansiando el Cielo.
Comprende que el pecado venial o mortal es una falta que hiere mi divino Corazón y el arrepentimiento despierta su espíritu a la reparación; quiere resarcir sus faltas, hace el propósito de no ofenderme más.
La expiación de los pecados me lleva a bañar el alma con un torrencial de gracia, el manto de mi Misericordia la cubre todo su ser.
La expiación de los pecados libera al alma de ataduras, la hace libre, su amor por Mí es más puro.
4. El amor a la cruz lleva al alma al sacrificio, a la renuncia; camina por el camino estrecho que la conduce al Cielo.
El sufrimiento, aceptado con amor y ofrecido, purifica el alma; desaparecen de ella los nubarrones que opacan mi luz, el olor mortecino y putrefacto del pecado se cambia por un aroma suave; fragancia exquisita que cautiva, embelesa, enamora.
El sufrimiento, aceptado con amor y ofrecido, purifica el alma; porque la cruz hermosea, endereza caminos torcidos, convierte un desierto árido en manantial.
El sufrimiento hace del alma mi lugar de reposo, santuario en el que los mismos ángeles se extasían, se anonadan.
5. El amor a la cruz hace del alma verdadero apóstol; apóstol que lleva sobre sus hombros parte del peso de mi santa cruz; apóstol que, al beber del cáliz de mi amargura, prueba mi dulce miel, el exquisito néctar que le embriaga; apóstol que se hace como Juan, y a los pies de mi cruz me ama, consuela mi agonizante Corazón injuriado, terriblemente ultrajado; apóstol que transforma su sufrimiento en incienso de adoración; apóstol que permite descargar sobre él mi dolor; dolor de no ser amado por todos los hombres, dolor de que el mundo no comprenda el valor de la cruz, tesoro de riqueza espiritual que trae consigo.
6. El amor a la cruz asemeja al alma a Mí y a mi Madre; camina conmigo por la calle de la amargura y en la medida que avanza el camino, limpia con el lienzo de su corazón mi Sangre preciosa profanada por los hombres, consuela mi agonizante Corazón con una vida de virtud y de santidad.
7. El alma que ama la cruz y la acepta sin queja alguna, se parece a María, mi Madre. Ella guardó silencio en su sufrimiento, todo lo guardó en su corazón, ofreció su dolor por la salvación de las almas; Ella no se apartó de Mí ni un instante; se mantuvo en pie, junto a mi cruz, pidiendo misericordia a Dios por un pueblo que caminaba en la oscuridad, por un pueblo comandado por Satanás que quería destruirme.
El sufrimiento pule, talla, perfecciona el alma; va adquiriendo mis rasgos divinos, hasta llegar a un alto grado de virtud, haciéndose portadora de mi Luz, dejando una huella de mi perfume en cada corazón.
8. El amor a la cruz lleva al alma a alcanzarlo todo de Mí; mi mirada siempre le acompañará, porque aprendió a hacer de la cruz un altar; ya no vive para sí misma, vive solo para Mí.
La cruz es el camino más corto para alcanzar la santidad.
La cruz es la brecha más directa que lleva al Cielo.
La cruz es la escalera de oro por donde subieron los santos que ahora gozan de mi presencia en el cielo.
La cruz es el medio para que todo lo alcances de Mí; mis oídos estarán siempre abiertos a tus ruegos, mis manos estarán siempre listas para ofrecerte mi ayuda, para levantarte cuando estés en alto riesgo de caer, de tropezar, de desviarte del camino.
FUENTE: DIARIO ESPIRITUAL AÑO 2013 de la Comunidad de Siervos Reparadores.